Victoria lidera el colectivo de mu- jeres artesanas creado por su madre para ya no depender de la improductiva milpa ni de los hombres. Está haciendo su mejor esfuerzo para hacer florecer el negocio, como lo indica un sueño premonitorio que tuvo. Su deseo de bienestar y su aspiración a una mayor prosperidad implican una sobrecarga laboral, pero al mismo tiempo, le permite a Victoria escapar del destino tradicional de mujer indígena: matrimonio, maternidad, trabajo en la milpa, a menudo maltrato y pobreza.
Su madre fallece cuando ella tiene solo siete meses y desde entonces creció con su abuela Doña Juanita y con sus hermanos, hijos de los consecutivos matrimonios de su padre. Es una niña inteligente y responsable que termina su urdido antes de ir a la escuela. Arabelle a sus diez años sabe lo que quiere gracias al contramodelo femenino que Victoria le ofrece.
Doña Juana comenzó el colectivo de tejedoras y se lo heredó a Victoria, mientras ella ejerce el oficio de partera tradicional. Como abuela, ella cuida de Arabelle como si fuera su hija. Originaria de una comunidad vecina, llegó a Cancuc cuando todavía era menor de edad para casarse con don Antonio. Apenas llegó, aprendió de su suegra el arte del telar y el brocado particular de Cancuc, ahora que lo conoce se siente orgullosa de ser plenamente cancuquera y de un saber que perpetúa la cultura ancestral maya.
Directora e investigadora de la película como también antropóloga.
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